La química del enamoramiento
Decimos que hay “química” entre dos personas… y no es solo una metáfora. El amor, lejos de ser un simple sentimiento etéreo, es una verdadera tormenta de reacciones bioquímicas: impulsos eléctricos, cascadas hormonales y neurotransmisores que nos convierten, literalmente, en adictos al otro.
¿Por qué nos atrae alguien en particular?
Aunque solemos sentirnos atraídos por personas con rasgos similares a los nuestros, la ciencia revela que, en lo profundo, elegimos a quienes tienen un sistema inmunológico muy distinto. Nuestro olfato, sin que lo notemos, detecta esa diferencia… lo cual, por suerte, nos ayuda a no enamorarnos de nuestros familiares.
Además, existe la llamada teoría de la correspondencia, que se resume en: “elegimos a quien creemos merecer”. Antes de enamorarnos, ya tenemos un mapa mental que define qué tipo de persona nos atraerá. Incluso el tipo sanguíneo puede influir: nos sentimos más atraídos por personas que comparten nuestro grupo (A, B, AB, O).
El cerebro enamorado: una sinfonía hormonal
Durante un orgasmo, el cerebro libera oxitocina, la llamada “hormona del apego”. Esta fortalece los lazos emocionales, especialmente en combinación con otras hormonas:
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En mujeres, la oxitocina con estrógenos fomenta la charla y el afecto.
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En hombres, combinada con testosterona… puede dar sueño. (Sí, científicamente justificados los “cinco minutitos” después).
Pero no todo es ternura. También hay dopamina (placer y recompensa), feniletilamina (entusiasmo), endorfinas (bienestar) y epinefrina (energía para alcanzar metas). Un cóctel explosivo que nos hace sentir invencibles, apasionados y, en muchos casos… irracionalmente felices.
Drogas internas: el laboratorio del amor
Estudios muestran que, durante el parto, una mujer libera enormes cantidades de dopamina. Curiosamente, lo mismo ocurre cuando estamos enamorados: la dopamina puede aumentar hasta 7.000 veces, junto a oxitocina y feniletilamina. Resultado: bloqueamos la lógica y flotamos en una nube rosa.
Los recién casados, literalmente, irradian química pasional. Pero atención: esto no dura para siempre...
¿Y la famosa “ceguera del amor”?
La neurociencia lo confirma: al ver al ser amado, se activan áreas del cerebro asociadas al placer… ¡y se desactivan las responsables del juicio social! Es decir: nos volvemos ciegos a los defectos. Un mecanismo evolutivo que nos ayuda a perpetuar la especie. Si analizáramos demasiado, probablemente no nos emparejaríamos.
¿Cuánto dura la pasión?
La feniletilamina (FEA), una de las grandes responsables del enamoramiento, no puede mantenerse por mucho tiempo. Al cabo de 2 o 3 años, sus efectos disminuyen. Es entonces cuando pasamos de la pasión al apego: una etapa más estable y tranquila, dominada por las endorfinas, similares a la morfina, que nos aportan calma y seguridad.
Por eso duele tanto una ruptura: el cuerpo deja de recibir su “dosis diaria” de felicidad química.
El poder de un abrazo
Un simple abrazo, una caricia o un apretón de manos activan receptores en la piel que envían señales al cerebro, provocando la liberación de oxitocina. Esta hormona del cariño nos hace sentir amados, seguros y conectados con los demás. En las mujeres, su efecto es aún más pronunciado, razón por la cual valoran tanto el contacto físico emocional.
Felicidad: ¿una cuestión química?
Sí. La felicidad puede explicarse como el resultado de un equilibrio neuroquímico. Algunas formas de estimularla de forma natural incluyen:
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Amar y apasionarnos por lo que hacemos.
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Rodearnos de personas que nos nutren emocionalmente.
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Establecer metas y alcanzarlas.
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Dormir bien, hacer ejercicio y manejar el estrés.
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Revivir mentalmente momentos felices (el cerebro no distingue entre lo real y lo recordado).
Conclusión
El amor no es solo poesía: es también bioquímica, neurociencia y evolución. Nos impulsa, nos transforma… y nos descontrola con la precisión de un laboratorio interno que sabe exactamente qué sustancia liberar, cuándo y con quién. Así que la próxima vez que digas “esto es pura química”, ¡tenés toda la razón!
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